sábado, 25 de agosto de 2012

Evangelización cultural


La comunicación es, además de un medio para la expresión e información, un negocio.  Las élites mediáticas buscan mover a grandes masas siempre en pro de sus intereses, de su bolsillo. Según Denis MacQuail, la masa era considerada en el pasado como una agrupación desorganizada y manipulable; que recibía pasivamente el mensaje del receptor, pero ya se le ve como consciente de sus decisiones y reflexiva frente a los contenidos que le llegan. Sí y no. 


La gente no actúa a manera de recipiente, no deja caer sobre ella todo lo que le envían, pero, y aunque generalizar no sea quizá lo más apropiado, tampoco hay un filtro muy fuerte que separe lo que sirve de lo que no. Los medios de comunicación no son los monstruos manipuladores causantes de la destrucción de la cultura y de la moral; no interfieren con el libre albedrío y cada quien asume los diferentes mensajes según su contexto, aun así, la capacidad de persuasión que tienen los gigantes de la información es importante y consiste en un permanente bombardeo de modas, ideologías y productos que llegan a personas en situaciones diversas, unas más débiles que otras frente a la uniformización del pensamiento.

Por esto, la transformación de los comportamientos de la sociedad en relación con los contenidos más populares, como los realities de televisión, no es responsabilidad únicamente del medio, sino que lo es especialmente  de quien transforma su realidad sin una visión crítica de lo que recibe. La función de los medios de comunicación no es la de ser evangelizadores de la razón y buenas costumbres, ellos están hechos para hablar de todo y desde diferentes perspectivas, de lo más light a lo intelectual, depende del perceptor decidir qué creer, ver, leer, criticar y aplicar.

Frente a esta situación, la educación se ha convertido en un problema del que nadie quiere responsabilizarse. Es una piedra en el zapato para el padre que sólo tiene tiempo para trabajar y no para compartir en familia. Es una dificultad para la escuela que sólo la asume por seis horas al día. Es un contratiempo para la universidad, quien asegura que este trabajo ya debería estar hecho y ella sólo lo complementa con conocimientos específicos. Es, muy especialmente, un lío para el individuo que se niega a pensar, acusando de sus malos actos a terceros, como los medios de comunicación.

La verdad es que tampoco se sabe lo que se quiere. Quienes manejan un discurso público, como la televisión estatal, son culpables de aburrir. Se limpian las manos  argumentando que están generando contenidos de importancia social, pero si nadie los ve es como si no existieran. La otra cara la dan las organizaciones dentro de las TICs que son privadas, quienes defienden su derecho a generar los contenidos que quieran ya que es su dinero el que está invertido, pero olvidan que independientemente de su trabajo, son integrantes de la sociedad y por tanto es su deber ciudadano aportar al mundo algo útil.

Antes que pretender formar a los medios de comunicación, hay que educar al ciudadano para que piense por sí mismo porque, finalmente, las élites mediáticas están conformadas por personas que reflejan lo que ellas han aprehendido en su contexto social.

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