PERSUASIÓN COMO ARMA MEDIÁTICA

Una mentira bien contada es más creíble que cualquier verdad simplona. El espectáculo y la emoción son más fáciles de digerir que la necesidad de racionar, es que pensar da pereza, y mucha. Mejor que lo digan los juiciosos asistentes a los 26 años del Día Internacional de la Pereza en Itagüí. No tengo nada en contra de esta celebración ni mucho menos, es más, me parece maravillosa, a lo que quiero llegar es a mostrar cómo festejamos la “lochita” pero nunca he escuchado yo sobre el Festival Colombiano de la Formación de Opinión Crítica, y que no lo haya porque nadie iría.

Aquí, la política y las relaciones de pareja adolescente funcionan bajo las mismas leyes, sólo es cuestión de saber “calentar el oído”. La persuasión no parte necesariamente de una mala intención, puede que el emisor lo que busque sea una transformación positiva del perceptor en el ámbito social, es sólo que en un país famoso por sus niveles de corrupción entre gobernantes, esto ya es bastante difícil de creer. Por lo anterior, la necesidad de un público con conciencia y capaz de identificar falacias es inminente.

El culpable del éxito de los gobernantes mediocres es el pueblo inocente (léase como bruto). Es increíble, ridículo y vergonzoso que cada 4 años caigamos en la misma argumentación barata. No sólo esto, todos los días, simplemente encendiendo el televisor. Hay que explicarle a la gente que no porque alguien hable en un noticiero es una fuente confiable, ser famoso no es lo mismo que ser honesto, ser bonito no es saber de qué se habla, ser poderoso no es ser bueno y que muchos lo apoyen no quiere decir que tenga la razón.

En los grandes medios de comunicación hay una planeación tan milimétrica del mensaje con respecto al público que parece no dejar lugar para las dudas y esa falta de curiosidad de las personas es la que mata al país. Es que ver la “actualidad” en uno de los más importantes canales nacionales es como observar una de sus telenovelas, con la respectiva sección para el drama sobreactuado de una protagonista que siempre es totalmente buena (por ejemplo, la fuerza pública), contrastando con la maldad en un antagonista maquiavélico (remplazable por cualquier líder de opinión de la corriente contraria al poder central, si hubiera escrito esto unos años atrás, diría que se trata de Hugo Chávez) y una cantidad de situaciones cursis que disfrazan a lo realmente importante (“la cosa política”).

No se trata de convertirse en predicador del nihilismo, pero sí es responsabilidad de cada uno entablar conversación sobre los diferentes temas que influyen en la ciudad, no para convertir a los demás en adeptos de las ideas propias, sino para abrir su baraja de posibilidades y que dejen de seguir tan fácilmente en la información que parece estar acreditada. La persuasión  es una herramienta tan fuerte que puede acabar guerras… o empezarlas. A la hora de la verdad, quien importante no es el que habla, sino el que escucha y le cree, o no.